domingo, 15 de abril de 2018

Homenaje a Manuel Jiménez

El pasado 30 de marzo celebramos -y también sufrimos, porque en el fondo temíamos la
llegada de este momento- la jubilación de Manuel Jiménez, que ha sido profesor de Historia y de vida, en este Centro para tantos alumnos y también padres de alumnos. En su marcha ha recibido el reconocimiento y el agradecimiento de toda la comunidad educativa, profesores, personal laboral, alumnos, padres. 
Podemos decir, sin exagerar lo más mínimo, que ha dejado una huella en este Centro que jamás se borrará. Le deseamos todo lo mejor en esta nueva etapa de su vida, sabiendo que le va a sacar muchísimo jugo. Gracias por todo lo que nos has dado y –estamos seguros- nos vas a seguir dando.

El 6 de abril se celebró un homenaje A Manuel Jiménez, en el que se le leyó un poema escrito por Santiago Rueda, conserje del Centro.

                        


Don Manuel:
Todo lo bueno que has hecho aquí, he intentado imitarlo. Todo. Desde el tacto preciso de la palabra para que no haga daño, la claridad ejemplar, y tu admirable paciencia, la de toda una vida frente a la edad del ruido, linda, muy querida por ti, pero siempre jugando en la cueva de la tormenta…
- Todo lo bueno. Desde la firmeza en el sillón del aula, la elegancia de los codos en la mesa, y tu notable maestría, incansable, infinita, porque eres un profesor tan inacabado, que el tiempo, entre letras y pundonor, no va a tener suficiente espacio para jubilarte.
- La vida es dura, me dices en tono gracioso. Pero lo es, amigo, lo es, que a veces, la voz enferma más que enseña.
- Te vas y dejas un hoyo en el corazón de todos, un hoyo donde planteamos los mejores días contigo. Y cada pálpitonutrido, hará más fértil, más vivo el retrato de la memoria.
- Tengo un pellizco en el centro del alma, hermano, que se arrastra y sube a la garganta, se revuelca, y no deja expresarme como yo quiero:
Poderío paternal, plácida comprensión, rostro agradecido. Y de tus ojos tranquilos, he recibido excelentes consejos, dejando libre el camino que yo quería elegir.
- ¡Qué bueno eres, Manuel!. Agarro un nudo de aire con mis manos, muele la espiga y te sonríe el pan.
- Estos días, sombras de colores, tu sabes, nuestras niñas y niños, han llegado con una mariposa en el corazón, un constante revoloteo que saltaba en el aliento. Venían con esa paciencia que muerde la ternura, a toda prisa, para dejarla más limpia. Pedían vasitos blancos y largo papel blanco, donde poner, al lado de tu nombre, lo que no se desea poner, porque aquí nadie quiere que te vayas.
- Buen momento, ahora, para empezar un segundo sueño, en el calor, ya dorado de tus hijos. Sacar del filo de los dedos, el dolor alegre de la guitarra. Beber en la copa, la sidra del recuerdo, y desde el palco de la contemplación, ver pasar el trabajo…
Y yo, Don Manuel, frente, desde el cristal donde miro, ya sin ti, la luna pegada al cielo. Las gotas de agua que caen del árbol.
Lágrimas sonrientes sobre la cara de una niña. Cerezas, claveles, y a veces, flores de fuego, pero todo controlado, todo. ¿Vale?.

D. MANUEL, TE DESEAMOS LARGUÍSIMA VIDA.

Santiago Rueda (06-04-2018)